martes, 2 de junio de 2015

EL ÚLTIMO SANTO QUE HA PEREGRINADO A GUADALUPE

El último Santo que ha peregrinado a Guadalupe, reconocido por la Iglesia:

Juan Pablo II (Wadowice, 1920 – Ciudad del Vaticano, 2005)

Karol Jósef Wojtyla nació el 18 de mayo de 1920 en Wadowice (Polonia), en el seno de una familia cristiana y de la que pronto quedó huérfano de padres y hermanos.

Tras cursar los estudios de enseñanza media se matriculó en la Universidad Jagellónica de Cracovia y en una escuela de teatro, aunque en 1939, con motivo de la ocupación nazi tuvo que trabajar en una cantera y fábrica química para evitar ser deportado a Alemania.

Al poco tiempo, tras la muerte de su padre, sintió la llama de Dios, ingresando en 1942 en el Seminario clandestino de Cracovia, sin perder su pasión por las artes escénicas fundó el “Teatro Rapsódico”. Después de la Segunda Guerra Mundial, consiguió ser ordenado sacerdote en 1946. Enviado a Roma para proseguir sus estudios, se doctoró en 1948, con una tesis sobre las obras de San Juan de la Cruz.

De regreso a su Polonia natal ejerció su ministerio sacerdotal con total entrega, consiguiendo además, ser profesor de Teología y Ética social en Cracovia, de la que llegó a ser Arzobispo en 1964. Tres años más tardes, el propio Pablo VI, le favoreció con la dignidad del cardenalato.

Su contribución en la Asamblea de los Sínodos fue reconocida en el conclave de 1978, donde fue elegido el 263 sucesor del Apóstol Pedro, con el nombre de Juan Pablo II. Su ministerio petrino, uno de los más largos y fructíferos de la Iglesia, le ejerció con verdadero espíritu misionero, teniendo siempre a María como el verdadero modelo de Evangelización: “Totus Tuus, Hispaniarum Regina”.

Por este motivo quiso que su primer viaje en 1979, fuera a México, para unirse con millones de cristianos ante la Madre de Dios, venerada bajo el bendito nombre de Guadalupe, por la que él sentía una gran devoción.

En su primer viaje a España, en 1982, igualmente quiso también peregrinar hasta el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, donde nos dejó aquella maravillosa estela de santidad, en el día de su santo, 4 de noviembre: ¡Totus tuus Hispaniarum Regina! Y aquellas hermosas palabras dirigidas a los hombres de esta tierra y a la Madre de la Evangelización:  “Junto con los hombres, junto con las generaciones de esta tierra extremeña y de España caminaba también María, la Madre de Cristo… De esta manera la promesa mesiánica se difundía en el Nuevo Mundo y en Filipinas… También yo he tenido la dicha de ir como peregrino al Guadalupe mexicano… -Añadiendo que- antes de ir al Guadalupe de Méjico se debería llegar aquí… ¡Bendita tú! Este saludo une a millones de corazones; de estas tierras de España de otros continentes, acomunados entorno a María, a Guadalupe, en tantas partes del mundo”.

Además, en su largo pontificado, despertó el amor entre los jóvenes de todo el mundo, impulsó la atención a la familia, como núcleo principal de la sociedad, promovió el diálogo entre las distintas religiones, alentó la caída del muro de Berlín, lo que ha contribuido a que su proceso de beatificación, por Benedicto XVI y canonización, por Francisco I, haya sido uno de los más rápidos de la Iglesia, celebrando su festividad el día 22 de octubre. 

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