Felipe
II (1556-1598)
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Felipe II a caballo (Pedro Pablo Rubens) |
Conocido con el sobrenombre de
“el Prudente” forjó durante su reinado el primer imperio de la Edad Moderna, en
cuyos dominios nunca se ponía el sol. Único hijo de Carlos I e Isabel de
Portugal, subió al trono en 1556, al abdicar su padre, aunque desempeñó
funciones de gobierno desde 1444, cuando Carlos I escribió las llamadas Instrucciones de Palamós (1543), por las
que Felipe asumía la regencia de los reinos peninsulares hasta 1550, donde se
forjó como gran gobernante y mejor estratega.
Rey de España, de las Indias,
Portugal, Nápoles, Sicilia, Cerdeña, soberano de los Países Bajos, Duque de
Milán, de Borgoña, rey consorte de Inglaterra e Irlanda. Con este vasto imperio
su reinado se caracterizó por la exploración y la expansión territorial a través de los océanos Atlántico y Pacífico. Magallanes y Elcano circunnavegaron el mundo; derrotó a los franceses (San
Quintín, 1571), erigiendo el Escorial en memoria de dicho triunfo; sofocó la
rebelión en los Países Bajos y la morisca de las Alpujarras; venció a los
turcos en Lepanto (1571), cuyo fanal ofreció a Nuestra Señora; sucumbió a los
ingleses con la llamada “Armada Invencible” (1588), comienzo de la famosa
Leyenda Negra que sus detractores, anglosajones y protestantes tejieron para
nublar la epopeya más grande de la corona de España, cuyo epicentro quiso fijar en el Escorial, íntimamente
ligado a su matriz, el Santuario de las Villuercas, de donde salió la primera
comunidad jerónima que lo habitó.
Proclamado “Defensor de la
fe”, supo nutrirse en Guadalupe y en la devoción que le trasmitió su madre y el
contacto directo con la Orden de San Jerónimo en sus frecuentes visitas a este
Santuario Nacional que custodia y conserva 32 documentos reales, relacionados
con su reinado. Siete veces consta que peregrinó al real sitio, alguna de ellas
prolongadas, de importante contenido político y personal, lo que le permitió
vivir intensamente la Semana Santa guadalupense (1580).
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Monasterio de El Escorial. |
La primera visita que nos
consta (abril de 1547) fue siendo Príncipe, a la edad de 20 años, en compañía
de sus hermanas: María y Juana, ocasión en la que ofreció a la Virgen un terno
y capa pluvial de rico brocado y el frontal renacentista del siglo XVI con sus
armas. La segunda (1560), ofreció una lámpara de plata de 150 marcos de peso,
que dotó con 300 ducados. Dos años después hizo lo mismo con otra lámpara como
ofrenda por la curación de su hijo Diego, tras una grave caída de un caballo. La
tercera visita (1570) tuvo que ver con la sublevación de los moriscos en su
camino hacia Córdoba, permaneciendo en Guadalupe desde el 18 de enero hasta el
3 de febrero, tiempo en que firmó varios documentos, como la ratificación de su
cuarto matrimonio con Ana de Austria. Visitó además la casa de famoso
jurisconsulto Gregorio López donde pronunció aquella frase lapidaria: “pequeña
jaula para tan gran pájaro”.
En 1571, Felipe II estaba en
Guadalupe cuando recibe la buena nueva de que su hermano Juan de Austria había
reducido a los moriscos de Granada. En 1576, visita de nuevo Guadalupe para
entrevistarse con su sobrino, don Sebastián, rey de Portugal, que pretendía
ocupar Marruecos. Ambos reyes fueron recibidos con todos los honores y
celebraciones especiales en su honor. Las dos últimas (marzo de 1580 y 1583)
tuvieron que ver con su juramento como rey de Portugal tras la muerte de su
sobrino y la de su esposa Ana de Austria.
Además de las lámparas, las
reales provisiones, el fanal de Lepanto Felipe II quiso dejar constancia de su
acendrada devoción a la Virgen de Guadalupe obsequiándola con su propio
escritorio, como sagrario, el bellísimo Cristo de Miguel Ángel, así como las
perlas, esmeraldas, diamantes y rubíes para el manto rico de Nuestra Señora,
más los 20.000 ducados que dejó en su testamento para que la comunidad labrara
un nuevo retablo para la basílica.
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