lunes, 21 de septiembre de 2015

FELIPE II, PEREGRINO EN GUADALUPE


Felipe II (1556-1598)

Felipe II a caballo (Pedro Pablo Rubens)
Conocido con el sobrenombre de “el Prudente” forjó durante su reinado el primer imperio de la Edad Moderna, en cuyos dominios nunca se ponía el sol. Único hijo de Carlos I e Isabel de Portugal, subió al trono en 1556, al abdicar su padre, aunque desempeñó funciones de gobierno desde 1444, cuando Carlos I escribió las llamadas Instrucciones de Palamós (1543), por las que Felipe asumía la regencia de los reinos peninsulares hasta 1550, donde se forjó como gran gobernante y mejor estratega.

Rey de España, de las Indias, Portugal, Nápoles, Sicilia, Cerdeña, soberano de los Países Bajos, Duque de Milán, de Borgoña, rey consorte de Inglaterra e Irlanda. Con este vasto imperio su reinado se caracterizó por la exploración y la expansión territorial a través de los océanos Atlántico y Pacífico. Magallanes y Elcano circunnavegaron el mundo; derrotó a los franceses (San Quintín, 1571), erigiendo el Escorial en memoria de dicho triunfo; sofocó la rebelión en los Países Bajos y la morisca de las Alpujarras; venció a los turcos en Lepanto (1571), cuyo fanal ofreció a Nuestra Señora; sucumbió a los ingleses con la llamada “Armada Invencible” (1588), comienzo de la famosa Leyenda Negra que sus detractores, anglosajones y protestantes tejieron para nublar la epopeya más grande de la corona de España, cuyo epicentro  quiso fijar en el Escorial, íntimamente ligado a su matriz, el Santuario de las Villuercas, de donde salió la primera comunidad jerónima que lo habitó.

Proclamado “Defensor de la fe”, supo nutrirse en Guadalupe y en la devoción que le trasmitió su madre y el contacto directo con la Orden de San Jerónimo en sus frecuentes visitas a este Santuario Nacional que custodia y conserva 32 documentos reales, relacionados con su reinado. Siete veces consta que peregrinó al real sitio, alguna de ellas prolongadas, de importante contenido político y personal, lo que le permitió vivir intensamente la Semana Santa guadalupense (1580).

Monasterio de El Escorial.
La primera visita que nos consta (abril de 1547) fue siendo Príncipe, a la edad de 20 años, en compañía de sus hermanas: María y Juana, ocasión en la que ofreció a la Virgen un terno y capa pluvial de rico brocado y el frontal renacentista del siglo XVI con sus armas. La segunda (1560), ofreció una lámpara de plata de 150 marcos de peso, que dotó con 300 ducados. Dos años después hizo lo mismo con otra lámpara como ofrenda por la curación de su hijo Diego, tras una grave caída de un caballo. La tercera visita (1570) tuvo que ver con la sublevación de los moriscos en su camino hacia Córdoba, permaneciendo en Guadalupe desde el 18 de enero hasta el 3 de febrero, tiempo en que firmó varios documentos, como la ratificación de su cuarto matrimonio con Ana de Austria. Visitó además la casa de famoso jurisconsulto Gregorio López donde pronunció aquella frase lapidaria: “pequeña jaula para tan gran pájaro”.

En 1571, Felipe II estaba en Guadalupe cuando recibe la buena nueva de que su hermano Juan de Austria había reducido a los moriscos de Granada. En 1576, visita de nuevo Guadalupe para entrevistarse con su sobrino, don Sebastián, rey de Portugal, que pretendía ocupar Marruecos. Ambos reyes fueron recibidos con todos los honores y celebraciones especiales en su honor. Las dos últimas (marzo de 1580 y 1583) tuvieron que ver con su juramento como rey de Portugal tras la muerte de su sobrino y la de su esposa Ana de Austria.



Además de las lámparas, las reales provisiones, el fanal de Lepanto Felipe II quiso dejar constancia de su acendrada devoción a la Virgen de Guadalupe obsequiándola con su propio escritorio, como sagrario, el bellísimo Cristo de Miguel Ángel, así como las perlas, esmeraldas, diamantes y rubíes para el manto rico de Nuestra Señora, más los 20.000 ducados que dejó en su testamento para que la comunidad labrara un nuevo retablo para la basílica.

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