martes, 20 de octubre de 2015

FELIPE III, PEREGRINO EN GUADALUPE.

Felipe III (1598-1621)

Felipe III a caballo
Considerado el primero de los Austrias menores, hijo de Felipe II y de Ana de Austria, consiguió todavía incorporar algunos territorios en el norte de África y en Italia, alcanzando durante su reinado la máxima expansión territorial, que debido al periodo de paz que vivió Europa a principio del siglo XVII, permitió a España ejercer su hegemonía.

Aficionado al teatro, la pintura y sobre todo la caza, delegó los asuntos de gobierno en manos de sus válido, el duque de Lerma y éste a su vez en Rodrigo Calderón, por lo que fueron sustituidos ambos en 1618 por el inepto Duque de Úceda, al que limitó las funciones, comenzando así la decadencia de España, que se incrementó con la expulsión de medio millón de moriscos (1609-1614), toda una sangría económica, ya que la agricultura y la industria perdieron una mano muy cualificada. Por el contrario, esta decadencia no se apreció en las letras y las artes que florecieron en su siglo de Oro.

En Europa continuó con las guerras de Flandes, en apoyo a su hermana Isabel Clara Eugenia, aunque tras la aceptación del tratado de La Haya (1609) supuso casi la independencia de Holanda, mientras que Inglaterra continuó con su política de desgaste atacando a las colonias americanas. Intervino además en la guerra de los Treinta Años y en el enfrentamiento entre católicos y protestantes.

Retablo del Altar Mayor inaugurado por Felipe III
En sus visitas a Guadalupe, siguió la senda marcada por sus antecesores, acompañado varias veces a su padre como Príncipe de Asturias, cuya jura la hizo ante Santa María de Guadalupe, en San Jerónimo el Real. Contribuyó igualmente a extender la devoción universal de Santa María de Guadalupe por todos sus reinos, ratificó todos y cada uno de los privilegios otorgados por sus antecesores a la Santa Casa, tal como se recoge en los 10 documentos reales que guarda nuestro archivo.

Sus cuatro visitas reales quedaron reflejadas en los siguientes años: En 1605, fue la primera como rey. Llegó al monasterio en plena Semana Santa, camino de Lisboa. Antes de su marcha la Comunidad jerónima le otorgó la Carta de Hermandad, como justo reconocimiento hacia su persona y el rey donó y dotó una lámpara  de 196 marcos de plata.

Manto de los enfermos
El 20 de octubre de 1618, Felipe III peregrinó hasta Guadalupe acompañado de su hijo Felipe, el príncipe Filiberto y parte de la Corte, para asistir a la solemne inauguración del retablo mayor de la iglesia y los sepulcros reales de Enrique IV y su madre María de Aragón, cuyos mármoles fueron traídos de Portugal, sin pagar “alfándegas” ni peaje, gracias al albalá que el rey había firmado. Además Felipe III quiso iluminar la obra con dos hermosos blandones de plata que pesaron 414 marcos.


Con motivo de la jura de su hijo Felipe como Príncipe de Portugal, el rey hizo parada en Guadalupe en el mes de abril de 1619. A su regreso, el día 30 de octubre de 1619, el rey descansó en Guadalupe, acompañado de la Corte y de Luis de Góngora y Argote, a quien debió de inspirar este lugar componiendo el bello romance sobre las Sierras de Guadalupe. La Comunidad celebró esta visita con animado festejos de danzas y comedias, justas, fuegos artificiales y toros en el patio de la Botica. De vuelta a Madrid, el monarca enfermó en Casarrubios, solicitando el “manto de los enfermos” que fue llevado por un monje de Guadalupe, mejorando aquella misma noche, se dieron gracias y se hicieron novenas en San Jerónimo el Real.

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