Humilladero de la Santa Cruz |
Los humilladeros eran monumentos religiosos o pequeños oratorios, llamados también cruz de término, ya que solían estar situados a las entradas o salidas de los pueblos, en los que se colocaba una cruz o imagen, consistente generalmente en unas gradas de planta circular o poligonal sobre la que se eleva un fuste rematado en nudo, macolla o capitel, que sostiene la cruz, labrada en piedra, aunque también podía ser de forja, cuyo afloramiento se produjo a partir del siglo XIV, éstos podían ser exentos y cubiertos.
Esta
antigua costumbre de los reinos de España de elevar cruces conmemorativas de
fechas o acontecimientos, o simplemente como testimonio que fomentaba la piedad
cristiana, también se desarrolló en Guadalupe como foco importante de
peregrinación, en puntos estratégicos de sus caminos, principalmente en el del
Norte o de Castilla, en el Sur y en el Oeste o de Portugal, donde por primera
vez, el peregrino divisaba el Santuario, lo que elevaba su espíritu,
arrodillándose para dar gracias a Dios por ver alcanzada la meta de su
peregrinación.
“Como refieren los que van a
Jerusalén, que al divisar esta ciudad todos instintivamente gritaban
Jerusalén, Jerusalén, aquí todos al descubrir
a Guadalupe, se apean de sus caballerías y de rodillas rezan a veces y con
lágrimas una Salve a la Santísima Virgen.”[1]
Estos tres
humilladeros o ermitas de Guadalupe: la de la santa Cruz, San Sebastián, hoy
san Blas y santa Catalina presentaban características similares en su origen
conservando aún una planta abierta de dimensiones similares, con puertas
abiertas en casi todos sus lados[2].
1.-Humilladero de la Santa Cruz
Situado en la confluencia de las Villuercas y las Sierras de Altamira sobre el puerto o paso del “Portazgo”, desde donde se contempla, como dijera Lope de Vega, “la grandiosa estampa del Santuario, meta de tan largas andaduras y de tan ásperos caminos”. Levantó fray Fernando Yáñez en 1406 el Humilladero de la Santa Cruz[3], para perpetuar la memoria de los milagros de cautivos donde eran liberados de sus hierros y para que los peregrinos pudieran rezar con más fervor la Salve a la Virgen.
Bella construcción gótico-mudéjar de sillería y ladrillo que en su
centro tuvo un altar y sobre su bóveda de crucería una gran cruz y azulejos
polícromos. Por la semejanza que tiene con el Templete del Claustro Mudéjar
parece que debe ser obra de Fray Juan de Sevilla[4].
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Vistas de Guadalupe bajando del Humilladero de la Santa Cruz |
Presenta
planta cuadrada con pilares achaflanados en los ángulos y puertas en cada una
de las caras rematadas en arco escarzano sobre el que se proyecta en el nivel
superior otro arco apuntado y enmarcado en un alfiz, en cuyo interior, se
desarrolla una serie de arcos apuntados menores con formas ornamentales
circulares de fuerte inspiración floral, cuya solución se proyectará en el XVI
sobre el claustro Gótico. Se remata el segundo cuerpo con canecillos lobulados
sobre los que descansa la cornisa que sirve de separación entre la pirámide
superior o cubierta.
Debido a su
valor patrimonial la ermita del Humilladero que recogió los primeros besos y
las primeras lágrimas de los peregrinos ha sido restaurada a lo largo de estos
cinco siglos en diversas épocas, entre los años 1515 y 1519, sufrió la primera
reforma añadiéndola las gradas para la cruz gótica y cubriendo el techo en
forma de pirámide con hermosos azulejos[5],
siendo la última en el 2009 con motivo del centenario del Patronato de Nuestra
Señora de Guadalupe bajo la sabia dirección del arquitecto Antonio José
Más-Guindal Lafarga.
2.- Humilladero de San Sebastián, hoy Ermita de San Blas
Antiguo
humilladero, situado en el Camino de Mérida o del Sur, dedicado en un principio
a San Sebastián tal como se aprecia en el grabado pintado por Antón de
Wyngaerde en 1567 para Felipe II[6]
y que corrobora unos años después, el padre Talavera en las primeras páginas de
su obra dando cuenta de las tres ermitas, vulgarmente llamadas humilladeros, en
honra y memoria de la Virgen soberana, de la Santa Cruz, de Santa Catalina y de
San Sebastián[7].
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Grabado de Anton van den Wyngaerde (1.567) |
Como bien afirman
Salcedo y Saumell en su estudio comparativo de las tres plantas, el humilladero
de San Blas sufrió importante modificación en su planta cuadrangular,
adosándole posiblemente más tarde la cabecera cuadrada al lado Este, con el fin
de presentar el altar de la imagen titular. También sus portadas abiertas a los
cuatro frentes con arcos de medio punto, fueron rebajadas convirtiendo sus
arcos en escarzanos, tapiando las dos laterales.
Otros
elementos que nos hablan de periodo arquitectónico diferente son los gruesos
contrafuertes circulares de la nave principal y de la cabecera, tan del gusto
guadalupense, presentando los primeros un elemento distinto, especie de anillo
o moldura de ladrillo a la altura de los salmeres de los arcos. También sus
bóvedas nervadas presentan un pequeño matiz diferenciador, la de la nave está
enmarcada por arcos apuntados, mientras que la del presbiterio está situada a
un nivel más inferior. Recorre todo el cuerpo una cornisa sobre la que descansa
la cubierta también a cuatro aguas.
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Humilladero, inicialmente se San Sebastián, actualmente de San Blas, con Guadalupe al fondo. Se observa la planta cuadrada inicial abierta en las cuatro caras y el adosado posterior del presbiterio. |
3.-Humilladero de Santa Catalina
Sobre la
falta de Pico Agudo, a 760 metros de altitud, se levanta la ermita de Santa
Catalina sobre una pequeña meseta, donde confluyen varios caminos, el de
Trujillo y Berzocana, así como una vía pecuaria que va desde San Blas a Miramontes[9].
Este
humilladero es obra del siglo XVI, de estilo gótico con elementos mudéjares,
mandado construir bajo el priorato de Fray Juan de Siruela (1515-1519)[10].
A semejanza de los anteriores tiene también una planta casi cuadrada con
puertas o vanos a las cuatro caras con arcos escarzanos, si bien igual que
ocurre en el de San Blas, las dos laterales están tapiadas y sobre la del
fondo, se amplió o se desarrolló la cabecera, aunque al exterior parece una
sola nave con cubierta a cuatro aguas. Su interior presenta en cambio dos
bóvedas, la de la nave es de cañón apuntado, mientras que la del presbiterio es
de medio cañón, algo rebajada y a una altura más inferior, lo que denota su
posterior desarrollo.
Con motivo de la exclaustración monástica
(1835-1908), dichos humilladeros sufrieron el abandono y la desidia por lo que
sus muros quedaron grieteados y casi derruidos hasta la llegada de la Orden
Franciscana que, en 1967, bajo la dirección de fray Javier Beltrán Arrieta,
párroco de Guadalupe, se llevo a cabo dicha reforma, concluyendo felizmente en
1978 con la entronización, en este caso, de la Santa, durante el mandato de fray Daniel Maya
García [11].
[1] LEÓN DE
GUERRA, Felipe, “Guadalupe en 1815”, en Virgen
y Mártir Ntra. Sra. de Guadalupe. Recuerdos y añoranzas. Badajoz, 1895.
[2] SALCEDO
HERNÁNDEZ, José Carlos y SAUMELL LLADO, Juan, “Trazados gráficos generadores de
los Humilladeros”, en Guadalupe, 840
(2014) 10-15.
[3] ECIJA,
Diego de OSH., Obr. cit. p. 123.
[4]
HERNÁNDEZ GIL, Dionisio, “Las arquitecturas del Real Monasterio de Guadalupe:
su importancia en el patrimonio artístico de Extremadura”, en Modelos arquitectónicos del Real Monasterio
de Guadalupe. Sevilla, 2004, p.14.
[5]
RODRÍGUEZ GAMINO, Juan José, “El humilladero, un trozo de historia rescatado”,
en Guadalupe, 685 (1987), pp.20-21.
GARCÍA, Sebastián., “Guadalupe: Santuario, Monasterio
y Convento”, en Guadalupe: Siete siglos
de fe y de cultura. Arganda del Rey (Madrid), 1993, pp.58-59.
[6] KAGAN.
R.L., (Dir.), Ciudades del Siglo de Oro:
Las vistas Españolas de Anton Van den Wyngaerde. Torrejón de Ardoz
(Madrid), 1986, pp.342
[7]
TALAVERA, Gabriel, Obr. cit. p.9
[8]
ANÓNIMO, “Cincuentenario de la restauración de la antigua ermita de San Blas”,
en Guadalupe, 731 (1995), p. 26. Se
reproduce el texto de la Crónica del Real
Monasterio de Santa María de Guadalupe (Libro 1º (1908-1957) sobre la
inauguración de la ermita ya restaurada, el 3 de febrero de 1945. Aunque en el
número 326 de El Monasterio de Guadalupe,
año 1942, página 45 se nos ofrece un magnífico documento gráfico de la ermita
de San Blas antes de su restauración, en la que se aprecia que no existía la
cabecera por la luz que traspasa entre el vano de la puerta y el del testero,
ambos abiertos.
[9] JORGE
VILLA, José Antonio, “Camino de Cañamero a Guadalupe (Ruta de Isabel La
Católica) I”, en Guadalupe, 810
(2008), pp.25-26.
[10] RUBIO,
Germán, O.F.M., Historia de Ntra. Sra. de
Guadalupe. Barcelona, 1926, p.130
[11] JORGE VILLA, J.A. Art, cit., p.26.
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