martes, 28 de julio de 2015

JUAN II, PEREGRINO EN GUADALUPE

Juan II (1406-1454)

Hijo de Enrique III, el Doliente, al que apenas conoció, pues solo tenía un año cuando accedió al trono, bajo las regencias de su tío Fernando y de su madre Catalina Lancaster, quienes supieron llevar adecuadamente las riendas hasta que en 1419, Juan II fue declarado mayor de edad. Poco después se casó en primeras nupcias con María de Aragón, con la que tuvo a su primogénito Enrique, ambos reposan desde el siglo XV en la Basílica de Guadalupe.

Aficionado a la literatura y diversiones dejó el gobierno en manos de su válido Alvaro de Luna, al que retiró tantas veces su confianza como volvió a entregársela. Odiado el Condestable por la nobleza y por su segunda esposa, Isabel de Portugal, consiguió ésta que su marido enjuiciara a su valido como hechicero que había trastornado la voluntad del rey, siendo ahorcado en Valladolid en 1453. De su segundo matrimonio tuvo a los infantes, Alfonso e Isabel (La Católica).

Un año después de la muerte de su valido, el rey fallecía en Valladolid (1454), diciendo aquellas palabras que quedaron para la historia como su epitafio personal: “Naciera yo hijo de un labrador e fuera fraile del Abrojo, que no rey de Castilla”.

Por su reinado largo y extenso de 39 años Juan II mantuvo una muy estrecha relación con el Monasterio de Guadalupe, especialmente con su prior fray Gonzalo de Illescas, a quien propuso para Obispo de Córdoba y le nombró tutor, conjuntamente con el Obispo de Cuenca, de su hijo el Príncipe don Enrique.

Buena prueba de afecto que sentía por el monasterio y sus frailes son los 133 documentos que conserva nuestro archivo: cartas, privilegios, albalá, en su mayoría originales y traslados en los que concede notables mercedes como los maravedís de las Salinas de Talavera, los de las capellanías del almojarifazgo de Sevilla, los 200 florines de oro, que le corresponden por el reparto que se impuso a los Obispados de Plasencia y Toledo, las tercias que le corresponden de Logrosán, Cañamero, Berzocana y Valdepalacios, los 10.000 maravedís de las martiniegas de Arévalo que donó la Reina María de Aragón (1445), quien hizo una muy estrecha relación con fray Pedro de Cabañuelas, su confesor, o las codiciadas escribanías de Trujillo de las que se queja en varios documentos el prior por que nos las cobran. Muerto el valido, Juan II se las reintegró de nuevo y como agradecimiento Fray Juan de Zamora, deshizo el segundo trono de la Virgen y le entregó la plata.

Ordenó también que “desde ahora (1410) y para siempre manda setenta <escuderos> para servirles en sus tierras y ganados paliando así la falta de mano de obra que el monasterio tenía entonces. Ordenó igualmente que los pleitos se libraran en Guadalupe por tener concedida jurisdicción civil y criminal. Salió al encuentro del monasterio en el levantamiento popular  de 1447 imponiendo distintas penas a los vecinos de la Puebla. Extendió salvoconducto a favor de fray Juan Serrano (1420)  como su embajador ante la curia romana para que le faciliten libra paso por las fronteras. De la misma forma manda  a los responsables de las fronteras de Portugal no pongan impedimento alguno al pescado que traen a Guadalupe.


Sus visitas al Real Santuario debieron ser también varias, aunque documentalmente sólo nos consta las de 1430 (14 de enero) acompañado por su privado el Condestable, en la que firmó varias cartas de privilegio y la de 1435 (16 de febrero- 3 de marzo) en la que peregrinó con su hijo Enrique desde Madrid. Desde la ermita del Humilladero bajaron andando hasta el monasterio donde fueron recibidos por toda la comunidad, 120 frailes. Dos días después, se unió la Reina María de Aragón, descansaron  y se les hicieron fiestas en Valdefuentes. 

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