Juan
II (1406-1454)
Hijo de Enrique III, el Doliente,
al que apenas conoció, pues solo tenía un año cuando accedió al trono, bajo las
regencias de su tío Fernando y de su madre Catalina Lancaster, quienes supieron
llevar adecuadamente las riendas hasta que en 1419, Juan II fue declarado mayor
de edad. Poco después se casó en primeras nupcias con María de Aragón, con la
que tuvo a su primogénito Enrique, ambos reposan desde el siglo XV en la
Basílica de Guadalupe.
Aficionado a la literatura y
diversiones dejó el gobierno en manos de su válido Alvaro de Luna, al que
retiró tantas veces su confianza como volvió a entregársela. Odiado el
Condestable por la nobleza y por su segunda esposa, Isabel de Portugal,
consiguió ésta que su marido enjuiciara a su valido como hechicero que había
trastornado la voluntad del rey, siendo ahorcado en Valladolid en 1453. De su
segundo matrimonio tuvo a los infantes, Alfonso e Isabel (La Católica).
Un año después de la muerte de su
valido, el rey fallecía en Valladolid (1454), diciendo aquellas palabras que
quedaron para la historia como su epitafio personal: “Naciera yo hijo de un
labrador e fuera fraile del Abrojo, que no rey de Castilla”.
Por su reinado largo y extenso de
39 años Juan II mantuvo una muy estrecha relación con el Monasterio de
Guadalupe, especialmente con su prior fray Gonzalo de Illescas, a quien propuso
para Obispo de Córdoba y le nombró tutor, conjuntamente con el Obispo de
Cuenca, de su hijo el Príncipe don Enrique.
Buena prueba de afecto que sentía
por el monasterio y sus frailes son los 133 documentos que conserva nuestro
archivo: cartas, privilegios, albalá, en su mayoría originales y traslados en
los que concede notables mercedes como los maravedís de las Salinas de
Talavera, los de las capellanías del almojarifazgo de Sevilla, los 200 florines
de oro, que le corresponden por el reparto que se impuso a los Obispados de
Plasencia y Toledo, las tercias que le corresponden de Logrosán, Cañamero,
Berzocana y Valdepalacios, los 10.000 maravedís de las martiniegas de Arévalo
que donó la Reina María de Aragón (1445), quien hizo una muy estrecha relación
con fray Pedro de Cabañuelas, su confesor, o las codiciadas escribanías de
Trujillo de las que se queja en varios documentos el prior por que nos las
cobran. Muerto el valido, Juan II se las reintegró de nuevo y como
agradecimiento Fray Juan de Zamora, deshizo el segundo trono de la Virgen y le
entregó la plata.
Ordenó también que “desde ahora
(1410) y para siempre manda setenta <escuderos> para servirles en sus tierras
y ganados paliando así la falta de mano de obra que el monasterio tenía
entonces. Ordenó igualmente que los pleitos se libraran en Guadalupe por tener concedida
jurisdicción civil y criminal. Salió al encuentro del monasterio en el
levantamiento popular de 1447 imponiendo
distintas penas a los vecinos de la Puebla. Extendió salvoconducto a favor de
fray Juan Serrano (1420) como su
embajador ante la curia romana para que le faciliten libra paso por las
fronteras. De la misma forma manda a los
responsables de las fronteras de Portugal no pongan impedimento alguno al
pescado que traen a Guadalupe.
Sus visitas al Real Santuario
debieron ser también varias, aunque documentalmente sólo nos consta las de 1430
(14 de enero) acompañado por su privado el Condestable, en la que firmó varias
cartas de privilegio y la de 1435 (16 de febrero- 3 de marzo) en la que
peregrinó con su hijo Enrique desde Madrid. Desde la ermita del Humilladero
bajaron andando hasta el monasterio donde fueron recibidos por toda la comunidad,
120 frailes. Dos días después, se unió la Reina María de Aragón,
descansaron y se les hicieron fiestas en
Valdefuentes.
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