
Ya
desde su más tierna infancia Juan de Ávila da muestra de espiritualidad,
sacrificio y entrega, desde que se va a Salamanca a estudiar leyes, o en 1520
cuando se fue a estudiar “Artes” en la Universidad de Alcalá de Henares, donde
entra en contacto con el humanismo del siglo de Oro español, consigue el título
de Bachiller y empezó el estudio de la Sagrada Teología.
Allí
conoció a don Pedro Guerrero, posteriormente arzobispo de Granada, donde
prosigue su formación teológica alcanzando el grado de Maestro en 1537.
Pero
antes, en su camino hacia la santidad, Juan de Ávila, tiene que aceptar la
perdida de sus queridos padres. Este hecho luctuoso hace que se entregue
durante tres años a la oración y meditación, ordenándose posteriormente
sacerdote. Su primera misa, la celebra en Almodóvar del Campo, en honor de sus
padres y reparte entre los pobres sus cuantiosos bienes, quedando para sí más
que “un vestido de paño bajo”, cumpliendo así su deseo de ir a predicar el
Evangelio sin bolsa ni alforja, a los nuevos cristianos del continente
americano.
Pero
como los caminos de Dios son inescrutables, Juan de Ávila, no pudo embarcar por
orden del Arzobispo hispalense y gran inquisidor, don
Alonso Manrique, teniendo que quedarse “en las Indias del Mediodía Español”,
donde traba una profunda amistad con los dominicos de Sevilla.
A
pesar de ello, Juan no se desanimaría y lleva a cabo su maravillosa obra
sacerdotal, predica tanto al clero como al pueblo encendiendo las almas y
corazones de todos los que escuchan, llevando templos, plazas públicas, calles,
hospitales, a todos lanza su palabra, como lluvia, con paz y verdad, como
dardos penetrantes.
Eso
le ocurrió a San Juan de Dios en 1537, cuando oyendo su predicación quedó tan
tocado y fuera de sí que este mercader se hizo el loco para sentir la
humillación y el desprecio de si mismo por su vida anterior. Abrasado por las llamas
del divino amor, pedía a Dios misericordia, convirtiéndose desde ese momento en
el pastor y defensor de las personas más
miserables y pobres, que recoge en su casa de Granada. De esta forma nace entre
el discípulo más amado y el maestro una amistad inquebrantable, guiándole hasta
que San Juan de Dios peregrina a Guadalupe.
Juan
de Ávila, sufre en 1531, un proceso
inquisitorial por calumnia que le lleva a la cárcel durante un año, lo que le
une aún más a Cristo crucificado, en santidad y fortaleza de fe.
Por
ello, no tendrá reparo en empezar una y otra vez, prepara misiones a
Extremadura, Córdoba, Granada, la Mancha. Funda colegios, escuelas para
revitalizar la Iglesia o retirarse a Montilla cuando la enfermedad no le deja,
en una modesta y sencilla casa, donde respira pobreza evangélica y espera a la
hermana muerte para gozar de la contemplación de la gloria.
En
1946 Pío XII le declara Patrono principal del Clero secular español.