sábado, 23 de abril de 2016

SAN FRANCISCO DE BORJA, PEREGRINO EN GUADALUPE

San Francisco de Borja (Gandía, 1510 – Roma, 1572)

Marqués de Lombay, duque de Granada y tercer general de los jesuitas, aunque desde su juventud mostró inclinación por la vida monástica, su padre le envió a la Corte de Carlos V, donde en 1529 casó con Leonor de Castro y en abril de 1539, el emperador le nombró virrey de Cataluña y fue también encargado de conducir el cadáver de la emperatriz Isabel, desde Toledo a Granada, quedando tan profundamente impresionado que decidió abandonar la Corte.

Al fallecer su padre, en 1543 se hizo cargo del ducado de Gandía, dejando su cargo de Virrey, donde construyó un colegio de jesuitas. Años después, en 1546 al fallecer su esposa ingresó en la Compañía de Jesús, siendo ordenado sacerdote en Roma en 1551. Rehusó el capelo cardenalicio y se puso a las órdenes de San Ignacio de Loyola, dedicándose a la predicación.

En 1554 fue nombrado comisario general de la Orden para España, Portugal y las Indias, y a la muerte de Laínz, en 1565, fue elegido tercer general de los jesuitas y durante su generalato multiplicó las misiones y reorganizó los métodos de enseñanza.


Un año después de su nombramiento como comisario general, en febrero de 1555, en carta enviada a San Ignacio de Loyola, le comunicaba lo siguiente:

“...Después me partí, -desde Córdoba- para esta ciudad de Plasencia, último de febrero, y de camino visité a los marqueses de Gibraleón en Belalcázar, y de allí, pasando por nuestra Señora de Guadalupe, passé a Oropesa, a verme con el Conde, que me esperava”, dicha misiva está fechada en Plasencia a 23 de marzo de 1553.

Por su relación con la corte y especialmente con la emperatriz Isabel de Portugal, es muy probable que visitara Guadalupe más veces, debido a su gran devoción a la Señora. También en carta dirigida al príncipe Felipe, en 1554, le sugería que se enviase peregrinos a Nuestra Señora de Guadalupe para rogar por la salud de la Reina doña Juana.


Desde Roma, en 1567, en otra circular cita a Guadalupe como lugar famoso de peregrinaciones, pero sería durante el priorato de fray Nuflo de Valencia cuando visitó el Santuario, en los primeros días de marzo de 1555.

martes, 5 de abril de 2016

LOS HUMILLADEROS GUADALUPENSES: HITOS DE FE Y HUMILDAD EN LOS CAMINOS PEREGRINOS.

Humilladero de la Santa Cruz
Autor del artículo: Antonio Ramiro Chico.

Los humilladeros eran monumentos religiosos o pequeños oratorios, llamados también cruz de término, ya que solían estar situados a las entradas o salidas de los pueblos, en los que se colocaba una cruz o imagen, consistente generalmente en unas gradas de planta circular o poligonal sobre la que se eleva un fuste rematado en nudo, macolla o capitel, que sostiene la cruz, labrada en piedra, aunque también podía ser de forja, cuyo afloramiento se produjo a partir del siglo XIV, éstos podían ser exentos y cubiertos.

Esta antigua costumbre de los reinos de España de elevar cruces conmemorativas de fechas o acontecimientos, o simplemente como testimonio que fomentaba la piedad cristiana, también se desarrolló en Guadalupe como foco importante de peregrinación, en puntos estratégicos de sus caminos, principalmente en el del Norte o de Castilla, en el Sur y en el Oeste o de Portugal, donde por primera vez, el peregrino divisaba el Santuario, lo que elevaba su espíritu, arrodillándose para dar gracias a Dios por ver alcanzada la meta de su peregrinación.

“Como refieren los que van a Jerusalén, que al divisar esta ciudad todos instintivamente gritaban Jerusalén,  Jerusalén, aquí todos al descubrir a Guadalupe, se apean de sus caballerías y de rodillas rezan a veces y con lágrimas una Salve a la Santísima Virgen.”[1]

Estos tres humilladeros o ermitas de Guadalupe: la de la santa Cruz, San Sebastián, hoy san Blas y santa Catalina presentaban características similares en su origen conservando aún una planta abierta de dimensiones similares, con puertas abiertas en casi todos sus lados[2].

1.-Humilladero de la Santa Cruz

Situado en la confluencia de las Villuercas y las Sierras de Altamira sobre el puerto o paso del “Portazgo”, desde donde se contempla, como dijera Lope de Vega, “la grandiosa estampa del Santuario, meta de tan largas andaduras y de tan ásperos caminos”. Levantó fray Fernando Yáñez en 1406 el Humilladero de la Santa Cruz[3], para perpetuar la memoria de los milagros de cautivos donde eran liberados de sus hierros y para que los peregrinos pudieran rezar con más fervor la Salve a la Virgen. 

Humilladero de la Santa Cruz tras la última restauración. Monumento
Histórico Artístico desde 1.931
Bella construcción gótico-mudéjar de sillería y ladrillo que en su centro tuvo un altar y sobre su bóveda de crucería una gran cruz y azulejos polícromos. Por la semejanza que tiene con el Templete del Claustro Mudéjar parece que debe ser obra de Fray Juan de Sevilla[4].

Vistas de Guadalupe bajando del Humilladero de la Santa Cruz
Presenta planta cuadrada con pilares achaflanados en los ángulos y puertas en cada una de las caras rematadas en arco escarzano sobre el que se proyecta en el nivel superior otro arco apuntado y enmarcado en un alfiz, en cuyo interior, se desarrolla una serie de arcos apuntados menores con formas ornamentales circulares de fuerte inspiración floral, cuya solución se proyectará en el XVI sobre el claustro Gótico. Se remata el segundo cuerpo con canecillos lobulados sobre los que descansa la cornisa que sirve de separación entre la pirámide superior o cubierta.

Debido a su valor patrimonial la ermita del Humilladero que recogió los primeros besos y las primeras lágrimas de los peregrinos ha sido restaurada a lo largo de estos cinco siglos en diversas épocas, entre los años 1515 y 1519, sufrió la primera reforma añadiéndola las gradas para la cruz gótica y cubriendo el techo en forma de pirámide con hermosos azulejos[5], siendo la última en el 2009 con motivo del centenario del Patronato de Nuestra Señora de Guadalupe bajo la sabia dirección del arquitecto Antonio José Más-Guindal Lafarga.

2.- Humilladero de San Sebastián, hoy Ermita de San Blas

Antiguo humilladero, situado en el Camino de Mérida o del Sur, dedicado en un principio a San Sebastián tal como se aprecia en el grabado pintado por Antón de Wyngaerde en 1567 para Felipe II[6] y que corrobora unos años después, el padre Talavera en las primeras páginas de su obra dando cuenta de las tres ermitas, vulgarmente llamadas humilladeros, en honra y memoria de la Virgen soberana, de la Santa Cruz, de Santa Catalina y de San Sebastián[7].


Grabado de Anton van den Wyngaerde (1.567)

Como bien afirman Salcedo y Saumell en su estudio comparativo de las tres plantas, el humilladero de San Blas sufrió importante modificación en su planta cuadrangular, adosándole posiblemente más tarde la cabecera cuadrada al lado Este, con el fin de presentar el altar de la imagen titular. También sus portadas abiertas a los cuatro frentes con arcos de medio punto, fueron rebajadas convirtiendo sus arcos en escarzanos, tapiando las dos laterales.

Otros elementos que nos hablan de periodo arquitectónico diferente son los gruesos contrafuertes circulares de la nave principal y de la cabecera, tan del gusto guadalupense, presentando los primeros un elemento distinto, especie de anillo o moldura de ladrillo a la altura de los salmeres de los arcos. También sus bóvedas nervadas presentan un pequeño matiz diferenciador, la de la nave está enmarcada por arcos apuntados, mientras que la del presbiterio está situada a un nivel más inferior. Recorre todo el cuerpo una cornisa sobre la que descansa la cubierta también a cuatro aguas.

Humilladero, inicialmente se San Sebastián, actualmente de San Blas, con
Guadalupe al fondo. Se observa la planta cuadrada inicial  abierta en las cuatro caras y el adosado posterior del presbiterio.
En 1945, el padre Claudio López lleva a cabo la restauración más profunda de la ermita adosándole la cabecera o presbiterio, donde levantó un frontal de altar cerámico hecho en Sevilla en el que se representa una escena del santo con los escudos del Santuario, de la Orden San Jerónimo y San Francisco, obsequio de Francisco de Paula Oliva y Mack y su esposa , donde colocó una imagen de San Blas, regalo del Ministro de la Gobernación, Blas Pérez González; las verjas fueron donadas por Eusebio González y las andas por el ebanista guadalupense, Pedro Guadalupe, la Diputación de Cáceres también contribuyó con 10.000 pesetas con las que se construyó el ramal o camino desde la carretera hasta la ermita[8], instituyendo así la romería de San Blas.

3.-Humilladero de Santa Catalina

Sobre la falta de Pico Agudo, a 760 metros de altitud, se levanta la ermita de Santa Catalina sobre una pequeña meseta, donde confluyen varios caminos, el de Trujillo y Berzocana, así como una vía pecuaria que va desde San Blas a Miramontes[9].

Humilladero de Santa Catalina. También se intuye esa inicial planta cuadrada del humilladero abierta en sus cuatro caras,
cerradas posteriormente dos de ellas y añadida la zona del presbiterio donde estuvo la cuarta.
Este humilladero es obra del siglo XVI, de estilo gótico con elementos mudéjares, mandado construir bajo el priorato de Fray Juan de Siruela (1515-1519)[10]. A semejanza de los anteriores tiene también una planta casi cuadrada con puertas o vanos a las cuatro caras con arcos escarzanos, si bien igual que ocurre en el de San Blas, las dos laterales están tapiadas y sobre la del fondo, se amplió o se desarrolló la cabecera, aunque al exterior parece una sola nave con cubierta a cuatro aguas. Su interior presenta en cambio dos bóvedas, la de la nave es de cañón apuntado, mientras que la del presbiterio es de medio cañón, algo rebajada y a una altura más inferior, lo que denota su posterior desarrollo.

Con motivo de la exclaustración monástica (1835-1908), dichos humilladeros sufrieron el abandono y la desidia por lo que sus muros quedaron grieteados y casi derruidos hasta la llegada de la Orden Franciscana que, en 1967, bajo la dirección de fray Javier Beltrán Arrieta, párroco de Guadalupe, se llevo a cabo dicha reforma, concluyendo felizmente en 1978 con la entronización, en este caso, de la Santa, durante el mandato de fray Daniel Maya García [11].




[1] LEÓN DE GUERRA, Felipe, “Guadalupe en 1815”, en Virgen y Mártir Ntra. Sra. de Guadalupe. Recuerdos y añoranzas. Badajoz, 1895.
[2] SALCEDO HERNÁNDEZ, José Carlos y SAUMELL LLADO, Juan, “Trazados gráficos generadores de los Humilladeros”, en Guadalupe, 840 (2014) 10-15.
[3] ECIJA, Diego de OSH., Obr. cit. p. 123.
[4] HERNÁNDEZ GIL, Dionisio, “Las arquitecturas del Real Monasterio de Guadalupe: su importancia en el patrimonio artístico de Extremadura”, en Modelos arquitectónicos del Real Monasterio de Guadalupe. Sevilla, 2004, p.14.
[5] RODRÍGUEZ GAMINO, Juan José, “El humilladero, un trozo de historia rescatado”, en Guadalupe, 685 (1987), pp.20-21.
GARCÍA, Sebastián., “Guadalupe: Santuario, Monasterio y Convento”, en Guadalupe: Siete siglos de fe y de cultura. Arganda del Rey (Madrid), 1993, pp.58-59.
[6] KAGAN. R.L., (Dir.), Ciudades del Siglo de Oro: Las vistas Españolas de Anton Van den Wyngaerde. Torrejón de Ardoz (Madrid), 1986, pp.342
[7] TALAVERA, Gabriel, Obr. cit. p.9
[8] ANÓNIMO, “Cincuentenario de la restauración de la antigua ermita de San Blas”, en Guadalupe, 731 (1995), p. 26. Se reproduce el texto de la Crónica del Real Monasterio de Santa María de Guadalupe (Libro 1º (1908-1957) sobre la inauguración de la ermita ya restaurada, el 3 de febrero de 1945. Aunque en el número 326 de El Monasterio de Guadalupe, año 1942, página 45 se nos ofrece un magnífico documento gráfico de la ermita de San Blas antes de su restauración, en la que se aprecia que no existía la cabecera por la luz que traspasa entre el vano de la puerta y el del testero, ambos abiertos.
[9] JORGE VILLA, José Antonio, “Camino de Cañamero a Guadalupe (Ruta de Isabel La Católica) I”, en Guadalupe, 810 (2008), pp.25-26.
[10] RUBIO, Germán, O.F.M., Historia de Ntra. Sra. de Guadalupe. Barcelona, 1926, p.130
[11] JORGE VILLA, J.A. Art, cit., p.26.