Felipe
III (1598-1621)
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Felipe III a caballo |
Aficionado al teatro, la
pintura y sobre todo la caza, delegó los asuntos de gobierno en manos de sus
válido, el duque de Lerma y éste a su vez en Rodrigo Calderón, por lo que
fueron sustituidos ambos en 1618 por el inepto Duque de Úceda, al que limitó
las funciones, comenzando así la decadencia de España, que se incrementó con la
expulsión de medio millón de moriscos (1609-1614), toda una sangría económica,
ya que la agricultura y la industria perdieron una mano muy cualificada. Por el
contrario, esta decadencia no se apreció en las letras y las artes que
florecieron en su siglo de Oro.
En Europa continuó con las
guerras de Flandes, en apoyo a su hermana Isabel Clara Eugenia, aunque tras la
aceptación del tratado de La Haya (1609) supuso casi la independencia de
Holanda, mientras que Inglaterra continuó con su política de desgaste atacando
a las colonias americanas. Intervino además en la guerra de los Treinta Años y
en el enfrentamiento entre católicos y protestantes.
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Retablo del Altar Mayor inaugurado por Felipe III |
En sus visitas a Guadalupe,
siguió la senda marcada por sus antecesores, acompañado varias veces a su padre
como Príncipe de Asturias, cuya jura la hizo ante Santa María de Guadalupe, en
San Jerónimo el Real. Contribuyó igualmente a extender la devoción universal de
Santa María de Guadalupe por todos sus reinos, ratificó todos y cada uno de los
privilegios otorgados por sus antecesores a la Santa Casa, tal como se recoge
en los 10 documentos reales que guarda nuestro archivo.
Sus cuatro visitas reales
quedaron reflejadas en los siguientes años: En 1605, fue la primera como rey.
Llegó al monasterio en plena Semana Santa, camino de Lisboa. Antes de su marcha
la Comunidad jerónima le otorgó la Carta
de Hermandad, como justo reconocimiento hacia su persona y el rey donó y
dotó una lámpara de 196 marcos de plata.
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Manto de los enfermos |
El 20 de octubre de 1618,
Felipe III peregrinó hasta Guadalupe acompañado de su hijo Felipe, el príncipe
Filiberto y parte de la Corte, para asistir a la solemne inauguración del
retablo mayor de la iglesia y los sepulcros reales de Enrique IV y su madre
María de Aragón, cuyos mármoles fueron traídos de Portugal, sin pagar
“alfándegas” ni peaje, gracias al albalá que el rey había firmado. Además
Felipe III quiso iluminar la obra con dos hermosos blandones de plata que
pesaron 414 marcos.
Con motivo de la jura de su
hijo Felipe como Príncipe de Portugal, el rey hizo parada en Guadalupe en el
mes de abril de 1619. A su regreso, el día 30 de octubre de 1619, el rey
descansó en Guadalupe, acompañado de la Corte y de Luis de Góngora y Argote, a
quien debió de inspirar este lugar componiendo el bello romance sobre las Sierras de Guadalupe. La Comunidad
celebró esta visita con animado festejos de danzas y comedias, justas, fuegos
artificiales y toros en el patio de la Botica. De vuelta a Madrid, el monarca
enfermó en Casarrubios, solicitando el “manto de los enfermos” que fue llevado
por un monje de Guadalupe, mejorando aquella misma noche, se dieron gracias y
se hicieron novenas en San Jerónimo el Real.