domingo, 21 de agosto de 2016

CLAUSURA DEL AÑO SANTO Y FIESTAS PATRONALES DE LA VIRGEN DE GUADALUPE 2016

Cartel conmemorativo Fiestas Patronales 2016
Se acercan las fechas de celebración de las Fiestas Patronales de la Virgen de Guadalupe que este año, además, coincidirá con la clausura del Año Santo Guadalupense 2015/2016.

Días de intensa religiosidad en los que muchos peregrinos se acercan a la puebla a rendir homenaje a la Madre de todos. Días en los que la población se prepara para acoger y recibir a esos peregrinos de la manera más cordial y solidaria posible, a sabiendas que muchos de ellos vienen desde muy lejos a cumplir esa promesa realizada, a dar gracias por los favores recibidos, a pedir por aquello o aquellos que son importantes en sus vidas o simplemente a seguir la costumbre, que ha ido pasando de generación en generación, de visitar a la Virgen en estas fechas.

Peregrinos que vienen esperando encontrar calidez, comprensión, amabilidad y empatía hacia sus sentimientos y creencias. Vayamos preparándonos para recibirlos como se merecen y para hacerles su estancia lo más agradable posible. Porque después de más de siete siglos recibiendo peregrinos, tenemos que demostrar que esa experiencia sirve para algo y que sabemos ser un pueblo acogedor y comprensivo con esa gente que se acerca a nuestra población una vez al año, haciendo en ocasiones un gran esfuerzo, no solo físico, sino también económico y todo por venir a ver a quien ha sido el motor espiritual de esta población desde existe, nuestra Madre, la Virgen de Guadalupe. Ayudémosla para que todos los peregrinos que vengan se vayan realmente reconfortados en cuerpo y alma y con más ganas aún de reencontrarse con Ella el próximo año.

Os dejamos el programa de la fiestas patronales, que tendrá su celebración más importante el próximo 8 de septiembre a las 11:00 h. de la mañana, con la celebración de la Misa Pontificial de Peregrinos y la clausura del AÑO SANTO GUADALUPENSE.










viernes, 22 de julio de 2016

UN GUADALUPENSE OLVIDADO: ANTONIO DÍAZ, CABALLERO Y ALCALDE

UN GUADALUPENSE OLVIDADO,
ANTONIO DÍAZ, CABALLERO Y ALCALDE
Antonio Ramiro Chico.

Desde su propio nacimiento la Guardia de Honor de Nuestra Señora tuvo como principal fin reavivar entre sus miembros la devoción intensa y práctica que en el transcurso de los siglos guardaron siempre nuestros mayores, así como divulgar los valores histórico-artísticos de este Patrimonio de la Humanidad, por eso creemos oportuno dar a conocer en este Año Santo Guadalupense a uno de sus hijos más preclaros.

Por este motivo, la Real Asociación de Caballeros de Santa María de Guadalupe quiso  dedicar sus LXXXVI Jornadas de Hispanidad, 2015 a Antonio del Rosario Díaz Expósito, caballero como el primero de su Virgen y amante de su Villa y Puebla, que a pesar de los momentos difíciles que vivió durante su gobierno, supo canalizar y gestionar los escasos medios que tenía a su alcance para paralizar varias órdenes que hubieran supuesto la perdida de uno de nuestros mayores patrimonios artísticos y sentimentales, como fueron la recuperación de los tres mantos ricos de la Virgen, así como detener el expolio eminente que se cernía sobre los Zurbaranes y Lucas Jordán.

Tras la exclaustración de los monjes jerónimos (1835) y la Guerra Carlista (1837), parte del monasterio y los hospitales fueron convertidos en fuerte militar, cuya ocupación se mantuvo hasta 1851, consignando la primera visita canónica (1848), el estado deplorable en el que se encontraban todos los edificios  religiosos del monasterio, muchos de los cuales urgían una inmediata restauración ya que corrían peligro de derribarse, por lo que el párroco vitalicio, fray Cenón Cabanillas y el Ayuntamiento elaboraron en 1849 una exposición en la que se consignaba que el Camarín , la Capilla de las Reliquias y Santa Catalina necesitaban urgentemente actuar sobre ellas y que gracias a la generosidad de las mujeres se ha podido barrer el templo, coser y componer lo mas preciso de sus ornamentos y los vestidos de la Santísima Virgen, así como alumbrar el Santísimo Sacramento, gracias a una suscripción popular entre los vecinos, tal como recoge la circular remitida al carnal arzobispo de Toledo[1].

Aunque hubo un hecho anterior que marcó un antes y un después en la conciencia colectiva de esta Villa y Puebla con motivo del expolio de los tres mantos ricos de la Virgen, cuando el General Espartero, regente del Reino, ordenó por una Real Orden, de 29 de noviembre de 1842, distribuir los tres mantos que se encontraban depositados en la Casa de la Moneda de Madrid de la siguiente forma: el Manto Rico, llamado de la Comunidad, a Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza; el Manto de Isabel Clara Eugenia, a Nuestra Señora de Atocha de Madrid y el  Manto de la Cenefa Marrón o tercero, al Santuario de Nuestra Señora de los Desamparados en Valencia, el cual fue devuelto inmediatamente por los valencianos a Guadalupe[2].

Esta devolución removió la conciencia y el fervor de los guadalupenses con su alcalde a la cabeza, don Antonio Díaz[3], quien aupado por el vecindario se dirigió a S.M. la reina Isabel II, con fecha de 20 de octubre de 1844, solicitándole y suplicándole tuviera a bien devolver los vestidos de  Nuestra Señora de Guadalupe, propiedad de este Santuario y de su devotísima imagen. Gracia que concedió S.M. según la Real Orden favorable de 20 de diciembre de 1844 de cuyos trámites se había encargado el entonces Diputado a Cortes por Trujillo, Antonio Pérez Aloe y el comisionado Felipe San Martín:

“En la Villa de Guadalupe a primero de Febrero de mil ochocientos cuarenta y cinco, reunidos los Señores del Ayuntamiento constitucional de la misma, en sesión ordinaria en las casas consistoriales, entre otras cosas acordaron: Que en atención a haber acudido con reverente esposición a S.M. la Reyna Ntra. Señora en solicitud de que se devolviesen a esta Santísima Virgen, los dos mantos que de su propiedad regalo el Exurgente del Reyno a las de Atocha y del Pilar, a que ha tenido a bien S.M. acceder según su real resolución que se conserva en este Ayuntamiento, en la necesidad de nombrar  los comisionados o comisionado que practicare las subsiguientes diligencias hasta conseguir el reintegro de aquellos, la municipalidad tubo a bien apoderar al efecto y en debida forma a D. Felipe San Martín, vecino de la villa y corte de Madrid, quien después de aceptar el cargo principió a practicar cuantas diligencias ha creído necesarias en unión y de acuerdo con el Sr. Diputado D. Antonio Pérez Aloe, de quienes hasta esta fecha se han recibido las más satisfactorias comunicaciones en términos de hallarse ya en poder del primero el precioso vestido que se hallaba en el Santuario de la Virgen  de Atocha. Y como a dar esta grata noticia manifesté que tanto para pago de las diligencias obradas cuanto para el viaje a Zaragoza y práctica de las que haya necesidad de obrar en este punto, necesite intereses el Ayuntamiento, deseoso de conseguir la adquisición de unas alajas tan preciosas, ha tenido por conveniente que desde luego se pongan a disposición de expresado Sr. Martín sesenta duros sin perjuicio de hacerlo de las cantidades que justamente haya que satisfacer según la cuenta que al efecto debe presentar dicho señor, y como para el efecto no tenga el Ayuntamiento recursos de que poder disponer para su fin tan justo, a acordado que en atención a hallarse en instante quinientos sesenta y dos reales pertenecientes al fondo de contribución ordinaria repartida y cobrada en el año anterior, según el rebajo echo por la oficina, se adjudique a este efecto, y que don Francisco Aranda, administrador de la capellanía de libre presentación que usufrutuó D. Manuel [Gueireo]  rinda cuenta y ponga a disposición del Sr. Presidente la cantidad que resultare en su poder así como lo hará el presente secretario, por las de igual clase que usufrutuó, D. José María Audixe y por último, que en atención a que en poder del Sr. Cura Ecónomo de esta Parroquial Iglesia se hallan algunos intereses pertenecientes a la Sta. Imagen, se le pase oficio de atención para que en caso de necesidad ponga a disposición de dicho Sr. Alcalde las quesean; todo sin perjuicio y con calidad de reintegro caso necesario, así como de arbitrar cualesquiera otra cantidad que pueda necesitarse, autorizando a su m. para que se entienda con dicho apoderado, y poniendo en conocimiento de la municipalidad cualesquier circunstancia notable en el particular. Así lo acordaron, mandaron y firman de que yo el secretario certifico”[4].


Tal fue el éxito de la encomienda, que el 9 de febrero de 1845, ya estaba en poder de Don Felipe San Martín el Manto Rico de la Comunidad, depositado en el Pilar. Días más tarde, 28 de este mes, partía de la Corte el guadalupense, Francisco Meseguer, capitán del Regimiento de Cazadores de la Reina, con los dos mantos ricos de Nuestra Señora, escoltados por numerosos soldados con los honores que merecían dichas piezas sagradas, únicas dentro del bordado suntuario. El día 4 de marzo, la comitiva llegó a Carrascalejo, desde donde Messeguer lleno de emoción y orgullo, comunicó al Alcalde de Guadalupe, Antonio Díaz lo siguiente: “Entre [las] tres y cuatro de la tarde, llegaré a esa con los dos mantos de la Virgen”.

Si ya la noticia de recuperar los mantos había provocado en el vecindario enorme satisfacción y alegría al saber que de nuevo su excelsa Virgen volvería a lucir en sus fiestas de septiembre esos vestidos sagrados, la proximidad de contemplarlos de nuevo, hizo que la Villa y Puebla saliera a recibirlos como si de majestades se tratara, con el alborozo y el corazón henchido:

“Todo el camino estaba cubierto de almas, decía el Alcalde en carta escrita a raíz del suceso a D. Antonio Pérez Aloe. Llegaron al sitio designado en medio de repetidas y continuadas salvas y con los vivas de costumbre; y descargados que fueron los cajones, arengué a la concurrencia que sin dejarme concluir, hería los aires con sus gritos y vivas, sin poder contener el torrente de lágrimas que inundaban sus ojos. Enseguida se hicieron cargo de los dos cajones ocho sacerdotes para conducirlos con sus [propios] brazos al Santuario. Así marchando, al llegar a la población, entonaron el salmo de la Virgen [Magnificat], hasta la Iglesia, en donde, colocados los dos cajones en la grada principal del altar mayor, se cantó por los músicos una Salve a María Santísima… Tanta era la concurrencia, prosigue el Alcalde, que ni el Templo se cabía: Describir a V. todas las particularidades, tocaría en lo infinito. ¡Jamás conocí un entusiasmo y regocijo tan general” [5].

Tal acontecimiento fue como un milagro, que los guadalupenses quisieron iluminar con fuegos artificiales y otros festejos para conmemorar este hecho que supuso el despertar de todo un pueblo, que siempre, creció y vivió en torno a su Virgen y su Santuario.

Aunque en la casa del pobre, las alegrías suelen durar poco y así fue, pues las leyes desamortizadoras de 1835 consiguieron que una parte de los bienes de la Iglesia pasaran a formar parte de los museos del Estado. Además, la creación en 1844, de las Comisiones Provinciales de Monumentos tenía por objeto crear y formar los futuros museos provinciales.

Apenas si había pasado un mes del histórico acontecimiento de los mantos, cuando nuevamente otro guadalupense, Antonio Audije, escribe desde Cáceres el día 14 de abril, al Alcalde, Antonio Díaz, comunicándole lo siguiente:

“Según tengo entendido, va a salir de un día para otro un comisionado a recoger lo que mejor parezca, para formar aquí un Liceo (Museo). Debo advertirte que se trata de tocar el Camarín y no sé a qué más. No hay que dormirse”.

De nuevo la cruda realidad volvía a golpear a este pueblo, máxime cuando el día 18 de abril ese fiel guadalupense, comunicaba que al día siguiente, el Comisario del Gobernador Civil de la Provincia partía para la Villa y Puebla, con el objeto de trasladar no sólo los cuadros y esculturas del Camarín, sino también los Zurbaranes de la Sacristía, libros cantorales y otros objetos de la Iglesia.

Sin arredrarse y con la templanza necesaria recibió Antonio Díaz y toda su corporación, el día 24 de abril, al comisionado del Jefe Político de la Provincia, Plácido Suárez Valdés, quien le manifestó las órdenes que le traían a Guadalupe, a lo que el ilustre y épico Alcalde le contestó que entre sus atribuciones constitucionales no figuraban permitirle y mucho menos autorizarle el llevar a cabo el expolio de los cuadros y demás piezas artísticas, todas, propiedad de la Iglesia Parroquial de Guadalupe.

Viendo la reacción del propio Suárez, el Ayuntamiento elevó una exposición a S.M. la Reina Isabel, suplicándole derogara la orden recibida y manifestándola la protesta de todo el vecindario por el tal pretendido despojo, que tan ligeramente quería llevar a cabo el Sr. Gobernador Provincial de Cáceres, recurriendo de nuevo a las buenas artes del comisionado Felipe San Martín, aunque no fue al único que recurrieron, mandando igualmente escrito a don Rafael Tejeo Díaz, pintor y académico de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, al propio Messeguer  y sobre todo a don Antonio Pérez Aloe, quién no dudo en marchar hasta Cáceres para hablar personalmente con el Gobernador, consiguiendo retirar al funesto comisionado, quien herido de soberbia lanzaba dardos por todas partes, aunque como diríamos ahora, hubo una silenciosa guerra de despachos y superiores, llamando la atención la inesperada resistencia que mostró dicho Ayuntamiento.

Pues como bien dice, el erudito fray Germán Rubio, “todo se estrelló contra la serenidad y firmeza del Alcalde D. Antonio Díaz, quien, en uno con su digno Ayuntamiento, los contestaba desestimando cuantas razones se aducían, y escudándose en la exposición y protesta levantadas a su Majestad contra aquella orden”.

Las gestiones fueron tan eficaces que el 4 de mayo de 1845, según comunicaba el diligente Felipe San Martín, el Gobierno “había mandado informar a ese Sr. Jefe Político [de Cáceres], suspendiéndose entretanto todo procedimiento, por consecuencia, ese Comisionado debe retirarse hasta nueva orden”, quién llegó a Cáceres hecho un verdadero volcán, según el propio Audije, manifestando que el día que llegaron los vestidos “se vitoreo hasta el mulo que los había conducido”[6].

Casi un año después, el 23 de abril de 1846, la Real Orden firmada por S.M. Isabel II llegó a Cáceres comunicando al Sr. Gobernador Civil, “que no se remuevan los cuadros existentes en el Camarín de la Virgen y Sacristía del ex-Monasterio de Gerónimos”, ordenando “que los cuadros referidos continúen en el lugar que hoy ocupan”, sería por ello, que varios meses más tarde el 7 de junio, el nuevo alcalde, José de la Varga con varios miembros de su gobierno acordaron  “se haga inventario de los cuadros que hay en el Camarín y Sacristía de este ex-Monasterio con intervención del Ayuntamiento y Sr. Cura Párroco”, siguiendo las indicaciones del oficio recibido por parte del Jefe Político de la Provincia[7].

Estos hechos provocaron el despertar no adormecido de la devoción de Nuestra Señora, en primer lugar por su querida puebla y posteriormente, por sus peregrinos y devotos. Fue el celo y la autoestima de todo un pueblo, que durante casi cinco siglos no había tenido responsabilidad de gobierno y será a partir de este momento cuando su tutela se empiece a dejar sentir.

Una muestra de ese amor y devoción que los guadalupenses sentían por su Virgen y su Santuario fue la donación que hizo el  Ayuntamiento en 1852 de su custodia de plata, con la que la Villa hacia la procesión del Corpus todos los años la Dominica infraoctava de aquella festividad, la cual según el padre Germán Rubio aún se conservaba en 1929 y que bien  pudiera ser la custodia barroca del siglo XVIII de orfebre salmantino, denominada del Corpus, de pie octogonal y peana plana sobre la que se alza una esfera, en la que apoya un ángel que recibe en sus brazos el sol, enmarcado éste sobre una nube de querubines de la que se desprenden ráfagas de rayos[8].

Como nunca es tarde si la dicha es buena, queremos presentar la figura de uno de nuestros mayores, que nos precedió  en el amor y entrega a Nuestra Señora, cuyo nombre y cargo bien merece formar parte de la memoria colectiva de esta Puebla y Villa, al menos en su callejero, por lo que solicitamos desde este blog de la Comisión del Año Santo al Excelentísimo Ayuntamiento de Guadalupe tenga a bien reconocer los servicios y méritos de este insigne guadalupense.



[1] A.M.G. Legajo 158: Carta del Ecónomo vitalicio Fr. Cenón Cabanillas Herrero y Ayuntamiento: Domingo Audije, Alfonso Aguado, Juan Santos Collado, José de la Varga, Gregorio Ledesma, Domingo Cárdenas, Antonio Carrascalejo, Jerónimo Rubio, Jerónimo Poderoso y Francisco Rodríguez Solano, dirigida al cardenal Arzobispo de Toledo, 4 de agosto de 1849.
[2] RUBIO, Germán, ofm., Obr. cit. pp.496-497.
[3]A.M.G. C-210, fol. 308: Antonio del Rosario Díaz Expósito, nació el 7 de octubre de 1810, siendo sus padres Francisco y María Catalina de la Encarnación, todos naturales y vecinos de esta villa. Casó el día 27 de enero de 1833, con la guadalupense Teresa Pérez de Rojas (A.M.G. C-49, fol. 381 vto). Falleció a la edad de 52 años, el día 23 de junio de 1863,  ejerciendo el cargo de Juez de Paz, habiendo dejado dispuesto que su entierro y honras fueran de la mayor solemnidad, tal como se hizo con su mujer e hijas, que se le apliquen las 30 misas de San Gregorio...que se le de a los cuatro que conduzcan su cadáver al sepulcro medio duro, que se de, como manda a la Virgen María Santísima de Guadalupe, a la Iglesia cinco mil reales y a los pobres se reparta por sus albaceas la cantidad de dos mil reales, que también se entregue a los albaceas la suma de quinientos reales para cumplirlos en obsequio de las imágenes que están en la Pasión…Instituyendo por herederos a partes iguales a sus cuatro hermanos: Pedro, María Antonia, José y Tomasa Díaz, siendo el primero y el último vecinos de Santa Amalia y los otros dos de esta villa (AM.G. C- 233, fol. 63 vto.)
[4] A.Mu.G. Cuaderno 14: Libro donde se escriben los Acuerdos del Ayuntamiento en las Sesiones del presente año, 1845. Acta de Acuerdo sobre vestidos de Ntra. Sra. fol. 1
[5] RUBIO, Germán, Obr. cit. pp. 497-498.
[6] RUBIO, Germán, Obr. cit. p. 499.
[7] A.Mu.G. Cuaderno 15: Libro de Acuerdos para el presente año de 1846. Acuerdo de 7 de Junio.
[8] TEJADA VIZUETE, Francisco, Real Monasterio de Guadalupe. Plata, Bronce y otras muestras de artes aplicadas. Mérida, 2007, pp.69-70 y  “La Orfebrería en Guadalupe”, en Guadalupe: Siete siglos de fe y de Cultura. Arganda del Rey, 1993, pp.414-415.

miércoles, 15 de junio de 2016

SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER, PEREGRINO EN GUADALUPE

San JoseMaría Escrivá de Balaguer (Barbastro, 1902 – Roma,1975), peregrino de Guadalupe en España y en Méjico.

Nace en el seno de una familia trabajadora, José y Dolores, siendo el segundo de seis hermanos de profunda raíces cristianas.

Fue en Logroño, donde sintió la llamada de Dios que le mostró las huellas de su paso, por lo que se hace sacerdote, ingresando en el Seminario de Zaragoza, además siguiendo los consejos de su padre, compagina en la Universidad de Zaragoza los estudios de la carrera de Derecho.

Recibe la ordenación sacerdotal el 28 de marzo de 1925, momento en que comenzó a ejercer su ministerio, primero en una parroquia rural y después en Zaragoza. En 1927 se traslada a Madrid para doctorarse en Derecho y el 2 de octubre de 1928 Dios le hace ver su camino, fundando el Opus Dei, sin perder su contacto con los enfermos y pobres de Madrid.

Al igual que otros muchos  religiosos, con motivo de la guerra civil, se ve obligado a salir de la capital, aunque en 1923 regresa a Madrid para terminar sus estudios de doctorado y dirige durante este periodo numerosos ejercicios espirituales para laicos, sacerdotes y religiosos.

En 1946 se traslada a Roma, donde fija su residencia, y prosigue sus estudios de Teología, doctorándose en la Universidad Lateranense. Desde la ciudad santa viaja a distintos países de Europa y América con el fin de consolidar el trabajo apostólico del Opus Dei.

Su devoción por la Virgen de Guadalupe, nace principalmente a la otra orilla del Atlántico, aunque ya en 1942, peregrinó desde Madrid al Santuario de Guadalupe (Cáceres), los días 27 y 28 de junio (sábado y domingo), acompañado por don Álvaro del Portillo y un miembro de la Nunciatura Apostólica en España, visitando a la Reina de la Hispanidad en su Camarín donde seguramente imploró su protección para la Iglesia y el pueblo español, entonces dividida por la guerra civil.

Igualmente, en 1970 viajó hasta la colina del Tepeyac para implorar la protección de la Virgen de Guadalupe para la Iglesia Santa, herida en el desamor y por los ataques de sus propios hijos.


El próximo 9 de julio acudirá al Santuario de Guadalupe una gran PEREGRINACIÓN DEL OPUS DEIS, encabezada por su prelado en Roma, Mons. Javier Echevarría, con motivo del Año Santo Guadalupense, momento que entregarán al Real Monasterio un cuadro de su fundador, don Josemaría Escriva de Balaguer, como testimonio de su devoción a la Virgen de Guadalupe y de su peregrinación a este Santuario Nacional.

lunes, 9 de mayo de 2016

SAN JUAN DE RIBERA, PEREGRINO EN GUADALUPE

San Juan de Ribera (Sevilla, 1533 – Valencia, 1611)

El pastor evangélico de la Iglesia española, Juan  de Ribera, nació en el seno de una nobilísima familia. Su padre fue don Pedro Afán Enríquez de Ribera y Portocarrero, virrey de Cataluña y posteriormente de Nápoles. Huérfano de madre, Teresa de los Pinelos, en los primeros años de su vida. Recibió una esmerada educación, que costeó íntegramente su padre, en Salamanca, donde ya dio muestra de perfección y santidad, espíritu de penitencia, desprendimiento a favor de los pobres.

Después de una cuidada y selecta preparación, fue ordenado sacerdote y se doctoró en 1557, siguiendo las normas de vida, enviadas por Juan de Ávila y las prácticas de penitencia y de más estricta observancia de Pedro de Alcántara, al que consultaba las cosas del espíritu.

Pronto su fama de santo llegó hasta la Corte y Felipe II, a pesar de su juventud (29 años) le propuso para Obispo de Badajoz, aunque Juan se sentía indigno, terminó aceptando por obediencia la voluntad de Dios, consagrándose en Sevilla en 1562.

Como verdadero y buen pastor Juan de Ribera visitó todas las parroquias de la Diócesis y comprobó la necesidad de formación religiosa que tenía el pueblo, piadoso pero poco evangelizado.

Su fama voló fuera de su propia diócesis hasta llegar a Roma, donde Pío V vio en él el modelo de prelado que quería para la Iglesia tridentina, por lo que le nombró patriarca de Antioquia. Su conocimiento exhaustivo de la Baja Extremadura, debió infundirle la devoción de la Virgen de Guadalupe, tenida por los extremeños como su verdadera Patrona, aunque muy pocos datos podemos aportar en su peregrinación al Santuario, cuya fama y devoción estaba ya extendida por toda España y el Nuevo Mundo.

Su paso por Guadalupe consta en una rara obra titulada “Viaje a Jerusalén”. Sevilla, 1606, conservada en la Biblioteca Nacional, aunque seguramente, en más de una ocasión, como Obispo de Badajoz subió a visitar a la Señora de las Villuercas, especialmente antes de partir para la sede arzobispal de Valencia.

Su halo de santidad creció aun más al final de su vida, cuando acepto con alegría la enfermedad. Al recibir el Santísimo Sacramento, se bajó de la cama y lo adoró de rodillas, pidiéndole perdón por haberlo hecho venir a su morada. Murió santamente el 6 de enero de 1611.

sábado, 23 de abril de 2016

SAN FRANCISCO DE BORJA, PEREGRINO EN GUADALUPE

San Francisco de Borja (Gandía, 1510 – Roma, 1572)

Marqués de Lombay, duque de Granada y tercer general de los jesuitas, aunque desde su juventud mostró inclinación por la vida monástica, su padre le envió a la Corte de Carlos V, donde en 1529 casó con Leonor de Castro y en abril de 1539, el emperador le nombró virrey de Cataluña y fue también encargado de conducir el cadáver de la emperatriz Isabel, desde Toledo a Granada, quedando tan profundamente impresionado que decidió abandonar la Corte.

Al fallecer su padre, en 1543 se hizo cargo del ducado de Gandía, dejando su cargo de Virrey, donde construyó un colegio de jesuitas. Años después, en 1546 al fallecer su esposa ingresó en la Compañía de Jesús, siendo ordenado sacerdote en Roma en 1551. Rehusó el capelo cardenalicio y se puso a las órdenes de San Ignacio de Loyola, dedicándose a la predicación.

En 1554 fue nombrado comisario general de la Orden para España, Portugal y las Indias, y a la muerte de Laínz, en 1565, fue elegido tercer general de los jesuitas y durante su generalato multiplicó las misiones y reorganizó los métodos de enseñanza.


Un año después de su nombramiento como comisario general, en febrero de 1555, en carta enviada a San Ignacio de Loyola, le comunicaba lo siguiente:

“...Después me partí, -desde Córdoba- para esta ciudad de Plasencia, último de febrero, y de camino visité a los marqueses de Gibraleón en Belalcázar, y de allí, pasando por nuestra Señora de Guadalupe, passé a Oropesa, a verme con el Conde, que me esperava”, dicha misiva está fechada en Plasencia a 23 de marzo de 1553.

Por su relación con la corte y especialmente con la emperatriz Isabel de Portugal, es muy probable que visitara Guadalupe más veces, debido a su gran devoción a la Señora. También en carta dirigida al príncipe Felipe, en 1554, le sugería que se enviase peregrinos a Nuestra Señora de Guadalupe para rogar por la salud de la Reina doña Juana.


Desde Roma, en 1567, en otra circular cita a Guadalupe como lugar famoso de peregrinaciones, pero sería durante el priorato de fray Nuflo de Valencia cuando visitó el Santuario, en los primeros días de marzo de 1555.

martes, 5 de abril de 2016

LOS HUMILLADEROS GUADALUPENSES: HITOS DE FE Y HUMILDAD EN LOS CAMINOS PEREGRINOS.

Humilladero de la Santa Cruz
Autor del artículo: Antonio Ramiro Chico.

Los humilladeros eran monumentos religiosos o pequeños oratorios, llamados también cruz de término, ya que solían estar situados a las entradas o salidas de los pueblos, en los que se colocaba una cruz o imagen, consistente generalmente en unas gradas de planta circular o poligonal sobre la que se eleva un fuste rematado en nudo, macolla o capitel, que sostiene la cruz, labrada en piedra, aunque también podía ser de forja, cuyo afloramiento se produjo a partir del siglo XIV, éstos podían ser exentos y cubiertos.

Esta antigua costumbre de los reinos de España de elevar cruces conmemorativas de fechas o acontecimientos, o simplemente como testimonio que fomentaba la piedad cristiana, también se desarrolló en Guadalupe como foco importante de peregrinación, en puntos estratégicos de sus caminos, principalmente en el del Norte o de Castilla, en el Sur y en el Oeste o de Portugal, donde por primera vez, el peregrino divisaba el Santuario, lo que elevaba su espíritu, arrodillándose para dar gracias a Dios por ver alcanzada la meta de su peregrinación.

“Como refieren los que van a Jerusalén, que al divisar esta ciudad todos instintivamente gritaban Jerusalén,  Jerusalén, aquí todos al descubrir a Guadalupe, se apean de sus caballerías y de rodillas rezan a veces y con lágrimas una Salve a la Santísima Virgen.”[1]

Estos tres humilladeros o ermitas de Guadalupe: la de la santa Cruz, San Sebastián, hoy san Blas y santa Catalina presentaban características similares en su origen conservando aún una planta abierta de dimensiones similares, con puertas abiertas en casi todos sus lados[2].

1.-Humilladero de la Santa Cruz

Situado en la confluencia de las Villuercas y las Sierras de Altamira sobre el puerto o paso del “Portazgo”, desde donde se contempla, como dijera Lope de Vega, “la grandiosa estampa del Santuario, meta de tan largas andaduras y de tan ásperos caminos”. Levantó fray Fernando Yáñez en 1406 el Humilladero de la Santa Cruz[3], para perpetuar la memoria de los milagros de cautivos donde eran liberados de sus hierros y para que los peregrinos pudieran rezar con más fervor la Salve a la Virgen. 

Humilladero de la Santa Cruz tras la última restauración. Monumento
Histórico Artístico desde 1.931
Bella construcción gótico-mudéjar de sillería y ladrillo que en su centro tuvo un altar y sobre su bóveda de crucería una gran cruz y azulejos polícromos. Por la semejanza que tiene con el Templete del Claustro Mudéjar parece que debe ser obra de Fray Juan de Sevilla[4].

Vistas de Guadalupe bajando del Humilladero de la Santa Cruz
Presenta planta cuadrada con pilares achaflanados en los ángulos y puertas en cada una de las caras rematadas en arco escarzano sobre el que se proyecta en el nivel superior otro arco apuntado y enmarcado en un alfiz, en cuyo interior, se desarrolla una serie de arcos apuntados menores con formas ornamentales circulares de fuerte inspiración floral, cuya solución se proyectará en el XVI sobre el claustro Gótico. Se remata el segundo cuerpo con canecillos lobulados sobre los que descansa la cornisa que sirve de separación entre la pirámide superior o cubierta.

Debido a su valor patrimonial la ermita del Humilladero que recogió los primeros besos y las primeras lágrimas de los peregrinos ha sido restaurada a lo largo de estos cinco siglos en diversas épocas, entre los años 1515 y 1519, sufrió la primera reforma añadiéndola las gradas para la cruz gótica y cubriendo el techo en forma de pirámide con hermosos azulejos[5], siendo la última en el 2009 con motivo del centenario del Patronato de Nuestra Señora de Guadalupe bajo la sabia dirección del arquitecto Antonio José Más-Guindal Lafarga.

2.- Humilladero de San Sebastián, hoy Ermita de San Blas

Antiguo humilladero, situado en el Camino de Mérida o del Sur, dedicado en un principio a San Sebastián tal como se aprecia en el grabado pintado por Antón de Wyngaerde en 1567 para Felipe II[6] y que corrobora unos años después, el padre Talavera en las primeras páginas de su obra dando cuenta de las tres ermitas, vulgarmente llamadas humilladeros, en honra y memoria de la Virgen soberana, de la Santa Cruz, de Santa Catalina y de San Sebastián[7].


Grabado de Anton van den Wyngaerde (1.567)

Como bien afirman Salcedo y Saumell en su estudio comparativo de las tres plantas, el humilladero de San Blas sufrió importante modificación en su planta cuadrangular, adosándole posiblemente más tarde la cabecera cuadrada al lado Este, con el fin de presentar el altar de la imagen titular. También sus portadas abiertas a los cuatro frentes con arcos de medio punto, fueron rebajadas convirtiendo sus arcos en escarzanos, tapiando las dos laterales.

Otros elementos que nos hablan de periodo arquitectónico diferente son los gruesos contrafuertes circulares de la nave principal y de la cabecera, tan del gusto guadalupense, presentando los primeros un elemento distinto, especie de anillo o moldura de ladrillo a la altura de los salmeres de los arcos. También sus bóvedas nervadas presentan un pequeño matiz diferenciador, la de la nave está enmarcada por arcos apuntados, mientras que la del presbiterio está situada a un nivel más inferior. Recorre todo el cuerpo una cornisa sobre la que descansa la cubierta también a cuatro aguas.

Humilladero, inicialmente se San Sebastián, actualmente de San Blas, con
Guadalupe al fondo. Se observa la planta cuadrada inicial  abierta en las cuatro caras y el adosado posterior del presbiterio.
En 1945, el padre Claudio López lleva a cabo la restauración más profunda de la ermita adosándole la cabecera o presbiterio, donde levantó un frontal de altar cerámico hecho en Sevilla en el que se representa una escena del santo con los escudos del Santuario, de la Orden San Jerónimo y San Francisco, obsequio de Francisco de Paula Oliva y Mack y su esposa , donde colocó una imagen de San Blas, regalo del Ministro de la Gobernación, Blas Pérez González; las verjas fueron donadas por Eusebio González y las andas por el ebanista guadalupense, Pedro Guadalupe, la Diputación de Cáceres también contribuyó con 10.000 pesetas con las que se construyó el ramal o camino desde la carretera hasta la ermita[8], instituyendo así la romería de San Blas.

3.-Humilladero de Santa Catalina

Sobre la falta de Pico Agudo, a 760 metros de altitud, se levanta la ermita de Santa Catalina sobre una pequeña meseta, donde confluyen varios caminos, el de Trujillo y Berzocana, así como una vía pecuaria que va desde San Blas a Miramontes[9].

Humilladero de Santa Catalina. También se intuye esa inicial planta cuadrada del humilladero abierta en sus cuatro caras,
cerradas posteriormente dos de ellas y añadida la zona del presbiterio donde estuvo la cuarta.
Este humilladero es obra del siglo XVI, de estilo gótico con elementos mudéjares, mandado construir bajo el priorato de Fray Juan de Siruela (1515-1519)[10]. A semejanza de los anteriores tiene también una planta casi cuadrada con puertas o vanos a las cuatro caras con arcos escarzanos, si bien igual que ocurre en el de San Blas, las dos laterales están tapiadas y sobre la del fondo, se amplió o se desarrolló la cabecera, aunque al exterior parece una sola nave con cubierta a cuatro aguas. Su interior presenta en cambio dos bóvedas, la de la nave es de cañón apuntado, mientras que la del presbiterio es de medio cañón, algo rebajada y a una altura más inferior, lo que denota su posterior desarrollo.

Con motivo de la exclaustración monástica (1835-1908), dichos humilladeros sufrieron el abandono y la desidia por lo que sus muros quedaron grieteados y casi derruidos hasta la llegada de la Orden Franciscana que, en 1967, bajo la dirección de fray Javier Beltrán Arrieta, párroco de Guadalupe, se llevo a cabo dicha reforma, concluyendo felizmente en 1978 con la entronización, en este caso, de la Santa, durante el mandato de fray Daniel Maya García [11].




[1] LEÓN DE GUERRA, Felipe, “Guadalupe en 1815”, en Virgen y Mártir Ntra. Sra. de Guadalupe. Recuerdos y añoranzas. Badajoz, 1895.
[2] SALCEDO HERNÁNDEZ, José Carlos y SAUMELL LLADO, Juan, “Trazados gráficos generadores de los Humilladeros”, en Guadalupe, 840 (2014) 10-15.
[3] ECIJA, Diego de OSH., Obr. cit. p. 123.
[4] HERNÁNDEZ GIL, Dionisio, “Las arquitecturas del Real Monasterio de Guadalupe: su importancia en el patrimonio artístico de Extremadura”, en Modelos arquitectónicos del Real Monasterio de Guadalupe. Sevilla, 2004, p.14.
[5] RODRÍGUEZ GAMINO, Juan José, “El humilladero, un trozo de historia rescatado”, en Guadalupe, 685 (1987), pp.20-21.
GARCÍA, Sebastián., “Guadalupe: Santuario, Monasterio y Convento”, en Guadalupe: Siete siglos de fe y de cultura. Arganda del Rey (Madrid), 1993, pp.58-59.
[6] KAGAN. R.L., (Dir.), Ciudades del Siglo de Oro: Las vistas Españolas de Anton Van den Wyngaerde. Torrejón de Ardoz (Madrid), 1986, pp.342
[7] TALAVERA, Gabriel, Obr. cit. p.9
[8] ANÓNIMO, “Cincuentenario de la restauración de la antigua ermita de San Blas”, en Guadalupe, 731 (1995), p. 26. Se reproduce el texto de la Crónica del Real Monasterio de Santa María de Guadalupe (Libro 1º (1908-1957) sobre la inauguración de la ermita ya restaurada, el 3 de febrero de 1945. Aunque en el número 326 de El Monasterio de Guadalupe, año 1942, página 45 se nos ofrece un magnífico documento gráfico de la ermita de San Blas antes de su restauración, en la que se aprecia que no existía la cabecera por la luz que traspasa entre el vano de la puerta y el del testero, ambos abiertos.
[9] JORGE VILLA, José Antonio, “Camino de Cañamero a Guadalupe (Ruta de Isabel La Católica) I”, en Guadalupe, 810 (2008), pp.25-26.
[10] RUBIO, Germán, O.F.M., Historia de Ntra. Sra. de Guadalupe. Barcelona, 1926, p.130
[11] JORGE VILLA, J.A. Art, cit., p.26.

jueves, 31 de marzo de 2016

SAN JUAN DE AVILA, PEREGRINO EN GUADALUPE

San Juan de Ávila (Almodovar del Campo, 1500 – Montilla, 1569) maestro, predicador apostólico y consejero de santos, la mayoría romeros de Santa María de Guadalupe, fue hijo de una acaudalada familia. Su padre, Alonso de Ávila, de origen judío y de Catalina Xixón, muy cristianos y piadosos, que sentían una gran devoción por Santa María de Guadalupe, a la que visitaban con frecuencia por ser una imagen de grandísima devoción en España.

Ya desde su más tierna infancia Juan de Ávila da muestra de espiritualidad, sacrificio y entrega, desde que se va a Salamanca a estudiar leyes, o en 1520 cuando se fue a estudiar “Artes” en la Universidad de Alcalá de Henares, donde entra en contacto con el humanismo del siglo de Oro español, consigue el título de Bachiller y empezó el estudio de la Sagrada Teología.

Allí conoció a don Pedro Guerrero, posteriormente arzobispo de Granada, donde prosigue su formación teológica alcanzando el grado de Maestro en 1537.

Pero antes, en su camino hacia la santidad, Juan de Ávila, tiene que aceptar la perdida de sus queridos padres. Este hecho luctuoso hace que se entregue durante tres años a la oración y meditación, ordenándose posteriormente sacerdote. Su primera misa, la celebra en Almodóvar del Campo, en honor de sus padres y reparte entre los pobres sus cuantiosos bienes, quedando para sí más que “un vestido de paño bajo”, cumpliendo así su deseo de ir a predicar el Evangelio sin bolsa ni alforja, a los nuevos cristianos del continente americano.

Pero como los caminos de Dios son inescrutables, Juan de Ávila, no pudo embarcar por orden del Arzobispo hispalense y gran inquisidor, don Alonso Manrique, teniendo que quedarse “en las Indias del Mediodía Español”, donde traba una profunda amistad con los dominicos de Sevilla.

A pesar de ello, Juan no se desanimaría y lleva a cabo su maravillosa obra sacerdotal, predica tanto al clero como al pueblo encendiendo las almas y corazones de todos los que escuchan, llevando templos, plazas públicas, calles, hospitales, a todos lanza su palabra, como lluvia, con paz y verdad, como dardos penetrantes.

Eso le ocurrió a San Juan de Dios en 1537, cuando oyendo su predicación quedó tan tocado y fuera de sí que este mercader se hizo el loco para sentir la humillación y el desprecio de si mismo por su vida anterior. Abrasado por las llamas del divino amor, pedía a Dios misericordia, convirtiéndose desde ese momento en el pastor y defensor  de las personas más miserables y pobres, que recoge en su casa de Granada. De esta forma nace entre el discípulo más amado y el maestro una amistad inquebrantable, guiándole hasta que San Juan de Dios peregrina a Guadalupe.

Juan de Ávila, sufre en 1531, un  proceso inquisitorial por calumnia que le lleva a la cárcel durante un año, lo que le une aún más a Cristo crucificado, en santidad y fortaleza de fe.

Por ello, no tendrá reparo en empezar una y otra vez, prepara misiones a Extremadura, Córdoba, Granada, la Mancha. Funda colegios, escuelas para revitalizar la Iglesia o retirarse a Montilla cuando la enfermedad no le deja, en una modesta y sencilla casa, donde respira pobreza evangélica y espera a la hermana muerte para gozar de la contemplación de la gloria.

En 1946 Pío XII le declara Patrono principal del Clero secular español.