lunes, 24 de agosto de 2015

CARLOS I DE ESPAÑA Y V DE ALEMANIA, PEREGRINO DE GUADALUPE

Carlos I (1516-1556)

A pesar de que su infancia y juventud trascurrió en Flandes hasta los 17 años, pronto supo lo que Guadalupe y la Orden Jerónima habían significado para el Reino de España. Hijo de la reina Juana de Castilla y de Felipe el Hermoso, y por tanto, nieto de los Reyes Católicos, vino a España para ser coronado rey, tras la muerte de Fernando de Aragón (1516), cuyos reinos gobernó conjuntamente con su madre (Juan la Loca) con el nombre de Carlos I. Casi tres años después (1519), a la muerte de su abuelo Maximiliano fue elegido Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico con el nombre de Carlos V.

Joven inexperto, que desconocía las costumbres e idioma del reino de España, depositó su confianza en sus colaboradores borgoñones, lo que molestó a los castellanos, a los que además les exigió subsidios para sufragar sus guerras en el extranjero. Ello provocó el levantamiento de las comunidades castellanas (los comuneros) y de las germanías valencianas.

A su regreso a España realizó una serie de cambios organizativos en el reino, integrando las élites sociales en el gobierno y administración de la Monarquía Hispánica, que después, completó su hijo Felipe II constituyendo el sistema polisinodial de los Consejos.

Quiso la providencia o las circunstancias que su primer contacto con los asuntos de España tuvieran lugar en Guadalupe, con motivo de la muerte de su abuelo Fernando el Católico, para lo que envío a su preceptor el cardenal Adriano de Utrech, más tarde Adriano VI (1522).

A partir de este momento Carlos I entabló una extensa y afectiva relación con los jerónimos de Guadalupe, cuyo fondo documental contiene 58 documentos, de los cuales, 40 cartas son originales, conservados todos ellos en el legajo 5 del Archivo del Monasterio. A ello sin duda, también contribuyó su esposa la Emperatriz doña Isabel de Portugal, quien intervino ante el papa Paulo III para obtener un Jubileo Perpetuo a favor de los peregrinos que visitaran Guadalupe durante las fiestas de la Virgen (1536).

Como era costumbre, al igual que habían hechos sus antepasados, Carlos I confirmó todos y cada uno de los privilegios que tenia, como el de seguro y amparo para los demandadores de la Santa Casa en todos los Reinos de España. Como gesto de agradecimiento, por parte de la Comunidad jerónima le distingue con la Carta de Hermandad (1525), comunicándole además la aplicación de nueve misas en cada una de las seis principales fiestas de Nuestra Señora por su “felicísima prosperidad”.

Este mismo año su Cesárea Majestad peregrinó hasta Guadalupe el día 11 de abril, para dar gracias a la Virgen por la victoria de Pavía, pasando la Semana Santa, acompañado de la Corte, tiempo en el que trató sobre la labra de un nuevo retablo para la iglesia, cuya traza diseño Juan de Borgoña, aunque después no se llevaría a cabo.

En 1527 mediante un albalá concede al monasterio para siempre la explotación de minas de hierro, acero y raya cerca del “Arca del Agua”. Un año después, la Comunidad, conocedora del revés que había sufrido en Orán, le envío como presente 2.000 ducados para alivio de las arcas reales. Tras su retiro en Yuste (1556) la Casa le agasajaba todas las semanas con un carnero cebado en las granjas del monasterio y el prior tenía por costumbre visitarle una vez al mes.

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