miércoles, 5 de agosto de 2015

ENRIQUE IV, PEREGRINO Y MORADOR PERPETUO EN GUADALUPE

        Enrique IV (1454-1474)

Sucedió a su padre Juan II, a la edad de 29 años (1454), iniciando su reinado con las guerras de Granada y la reconquista de Gibraltar, aunque las luchas, reconciliaciones e intrigas siguieron entre los nobles, el privado Beltrán de las Cuevas y los infantes de Aragón.

A la edad de 15 años se casó con Blanca de Navarra, a la que terminó repudiando  (1453), lo que provocó el consiguiente alejamiento de Aragón. Una de sus primeras preocupaciones fue restablecer la alianza con Portugal, que solucionó en parte, casándose con su prima Juana de Portugal, con la que tuvo una hija: Juana, cuya paternidad se vio cuestionada por creerla hija de Beltrán de las Cuevas, de ahí el sobrenombre de la “Beltraneja”. Hecho que provocó un periodo de anarquía, al no reconocerla la nobleza, que reunida en Ávila, destronó al rey proclamando a su hermano Alfonso (1468), en la llamada Farsa de Ávila (1465).

Tras la muerte de Alfonso (1468) y la victoria de Olmedo, Enrique reconoció a Isabel como heredera al trono, mediante el Tratado de los Toros de Guisando, pero el matrimonio improvisado entre Isabel y Fernando de Aragón (1469), violó el tratado, por lo que Enrique IV proclamó a su hija Juana como la verdadera heredera al trono.

Muerto el rey, comenzó una guerra civil ente los partidarios de Isabel y de Juana, y supuso además, el fin de la dinastía Trastámara que quiso terminar sus días en el Santuario más representativo y querido del Reino de Castilla depositando sus restos junto a su madre, en el presbiterio, debajo del trono de Nuestra Señora de Guadalupe. Sus figuras orantes labradas en mármol velan diariamente a la Reina de las Españas.

Su devoción y afecto está presente en los 65 documentos (1431-1474) conservados en el legajo 3 que comprende: 3 de Alfonso; 11 de María de Aragón, incluido su propio testamento y la donación de sus joyas y los 51 de Enrique, como Príncipe de Asturias y Rey, en los que se constata los enfrentamientos, repartimiento de armas entre los partidarios, así como las revueltas y las luchas de esta época. Al igual que sus antecesores reconoció los beneficios y derechos concedidos al Monasterio, anuló el proyecto de su hermano Alfonso que pretendía convertir a los monjes jerónimos  en Orden Militar y Guadalupe en maestrazgo.

Su primera visita a Guadalupe (1435) fue con su padre Juan como peregrino, por lo que desde la ermita del Humilladero llegó andando hasta el Santuario, donde fueron recibido por más de 120 frailes. Esta visita dejó marcada su devoción hacia la Señora, a la que ofreció importantes ofrendas, como una imagen de Nuestra Señora en plata, el llamado frontal de Enrique IV y el famoso Lignum Crucis.

En 1464, las crónicas del monasterio recogen que llegó procedente de Jaén en compañía de su esposa Juana de Portugal y su hermana Isabel, que contaba 13 años, a la que quería unir con el rey de Portugal, a lo que la infanta le respondió “no tan ayna, no tan ayna”.


Cuatro años después (1468), tenemos de nuevo el rey en Guadalupe a tenor de los documentos que firma, aunque fue en 1474, cuando cumpliendo su expreso deseo , el cardenal Mendoza mandó llevar su cuerpo yacente por última vez a Guadalupe para que descansara junto a su madre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario